
Tengo algunos vecinos, también vecinas (el análisis pormenorizado de su perfil lo dejaré para las elecciones comuni-propietarias), que incrementan ostensiblemente la probabilidad de saludarme cuando visto de traje. Hoy no traje traje, y es por eso que tal vez no me reconocieron, o tal vez estaban suficientemente subsumidos en sus asuntos particulares o comunitarios.
Siempre hay multitud de asuntos en una comunidad de propietarios, más si son varios portales, y si, como es nuestro caso, se tiene portero, lo cual es un importante aliciente a los cuchicheos, rumores, infundios e inquinas, bien sea entre vecinos, bien sea de estos frente al susodicho. Tiene un leve parecido a Emilio, aunque no lo suficiente como para que este sea un tema principal. Al menos no si no se lo trabaja un poco más. Y es más serio, todo hay que decirlo.
El caso es que en asuntos comunitarios yo tengo mi propio "affair": El patio de mi casa no es particular; cuando llueve se moja, eso sí, pero legalmente no tengo derecho a su uso en exclusiva, y comparto, digamos, un 5% del mismo con una vecina mayor y de altura (del 4º, creo), y un pobre hombre que ni ha descubierto la importancia de los nietos, ni opta a la presidencia de la comunidad (es este un asunto a desarrollar en otra entrada del blog: "de los presidentes de fundaciones, comunidades de propietarios, asociaciones de padres, más las beatas que suplen al sacristán"). El caso es que mi vecino, como ya decía Machado "se metió a jardinero", con mi oposición, of course, ya que trato de preservar con toda la malicia de que soy capaz mi 95% del patio no particular.
No penséis que esto no viene a cuento. Al igual que algunos perros nacen con el instinto de matar, los ciudadanos comunitarios (los de los chalés no, claro) nacemos con instinto de escupir al vecino/a. Pero yo, vaya o no vaya de traje, con mi propio affair, tengo que contenerme.
Al menos de momento...




